Y si fue mágico.
Verlos felices, compartiendo, eso que con Gato Barbery notamos y comentamos de: “Hace 40 años que no te veo…!”… y miles de anécdotas que se contaron, carreras que revivieron y ese brillo especial en los ojos de todos. Verlos llorar a Pesce y a Salzman fue como que aflojó viejas tensiones y darse cuenta de algo que no debería pasar pero así es nuestro deporte. Acá algo cambió, porque TODOS volvieron a SER UN PILOTO DE MOTOCROSS.